viernes, 24 de diciembre de 2010

Nueve

Odio a los cabros chicos malcriados que conmueven a sus padres con gritos que no son llanto, porque no hay lágrimas ni dolor que los legitime. Es sólo gritar hasta ponerse colorado y pedir y pedir y pedir. Y exigir, incluso.
Yo no habría alcanzado a gritar más de dos veces.
Por tanto, y por carambola, odio a sus padres que les hacen caso.
Eso. Feliz navidá.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ocho

Respondo al clamor popular.
Odio a los flaites. De todo corazón.
Mi problema grave es que vivo rodeado de ellos, salgo a la calle y están allí, siempre con su sonrisa burlesca, siempre riéndose de alguien, siempre aparentando más por fuera que por dentro, sus ínfulas de grandeza, sus ganas de figurar, de llamar la atención cual bebé con sus llantos, ellos con sus gritos, escupos, celulares a todo volumen, apodos, mala leche para todo, ropa de marca sucia y mal puesta, todo de marca, para aparentar. Sí sabemos que no, no puedes mentirnos, eres flaite. No pobre, porque el pobre es decente, tiene conciencia de su condición y figura por su esfuerzo. No, tú eres un vago, que le gusta que o le regalen las cosas, o las saca por sí mismo de donde sea. Y llenas el mundo de tí, y de tu mal ejemplo y luego vives quejándote.
Te odio.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Siete

Odio estar estudiando.
Odio Introducción al Derecho.
Odio los exámenes orales y su estúpida tradición de ropa formal.
Odio a los hombres en traje, porque se parecen a Tuxedo Mask, y hacen que me gusten y les sonría como weona, aunque sin traje sean feos y estúpidos.
Odio el hecho de no poder ser una famosa hechicera.
Odio a Hans Kelsen. Obvio.

Seis

Odio a la gente que sólo me habla o me busca cuando me necesita. La odio porque tengo un grave problema de no poder decirles que no, por lo tanto, les ayudo en sus necesidades terribles, más de lo que piden, y luego se van y con suerte, con suerte saludan.
Las odio profundamente y me dan ganas de decirles lo que pienso, que son unas aprovechadoras, que me apestan, que son unas imbéciles, etcétera.
Y lo repetiré sólo para descargar mi ira. Odio a la gente que se aprovecha de mi buena fe. Las odio.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Cinco

Odio a los amigos de los choferes de las micros. Esos que aparecen en un paradero equis, normalmente cuando está a punto de llenarse la micro hasta el tope, como si sintieran una irresistible necesidad de molestar justo a esa hora. Suben barsamente, tal como a uno jamás se le ocurriría e inmediatamente derrochan "simpatía" hacia el chofer, lo que ya los hace ser repulsivos. Se las dan de copilotos, "ayudando" al sujeto del manubrio. Pero lo peor, es que en su calidad de improvisado ayudante, tiran indirectas terribles al pobre idiota escolar o universitario que paga (bien) con su pase escolar. Ya, uno no los pescaría. Pero a esa hora, a esa hora, cuando uno está asqueado del día, con una mochila enorme y con la cabeza en otros veinte lugares, cada uno más depresivo que el otro, con hambre, sueño y lata, que un imbécil aprovechador se las dé de gracioso con uno, dan ganas de darles un puñete.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Cuatro

Odio las fotocopiadoras. No las máquinas, éstas son útiles especialmente para la señorita que estudia derecho, y que les habla. Pero odio a las que atienden. Sí, precisamente las de la ballena. Son tontas. No saben contar, no saben leer, no saben lo que "de ésta a ésta página" significa. Se ríen de una porque tiene que gastar mucha plata en fotocopias (sí, me ha pasado); me enferma que todas sean minas ricas que hablan de su fin de semana en Kamikaze mientras UNA está CON OCHOMIL APUNTES esperando a que se DIGNEN a atenderte. Y a lo hombres con cara de bobo, que son con los que usualmente ando, se los hacen giles y les dicen "para mañana a las 13:00". Llegan al otro día a esa hora, aunque no tengan clases ni nada que hacer, y les dicen "no, todavia no está listo". Pero cómo lo dicen con una sonrisa, mostrando  sus gigantes tetas y libidinosos potos, las perdonan y nadie alega. Lo encuentro TAN MACHISTA. Sí por último tuvieran uno, que sea uno, un fotocopiador sensual que fuera a trabajar con camisas ceñidas al cuerpo, tuviera pinta de italiano y me hiciera descuentos, todo sería distinto para mi.

Además, me fotocopiaron tan mal un libro, que el último renglón de líneas de todas las páginas no se veía y me hicieron perder, SÍ PERDER 3 lucas. ¿Saben cuántos borgoñas son tres lucas? Bueno, más de dos. De eso estoy segura.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Tres

Odio a los dirigentes de los clubes de Chile. Y estoy siendo súper específico.
Los odio con todas las fuerzas y me dan lástima, lo poco conscientes y faltos de visión, lealtad y cojones que tienen.
Sólo diré eso.